Friday, May 04, 2012

Bienvenue à Paris, Va te faire foutre



De París podría decir lo más redundante, que es una de las ciudades más lindas, que sus habitantes son pesados y un largo blá blá. En la mayoría de los casos la experiencia viajera se recuerda como algo maravilloso y no diré lo contrario. Pero también es un aprendizaje que incluye lugares y sensaciones que quisiéramos repetir bajo otras circunstancias. Aquí les refiero el punto negro de nuestro viaje, en conciencia de que  unos cuantos me van a odiar.


Trabajosa fue la llegada a una  muy mal atendida estación de trenes norte. ¿Qué más? El metro es un asco, viejo y sucio, ascensores y escalas mecánicas casi inexistentes, hicieron que llevar una maleta se transformara en una odisea. Bienvenidas a París, en fin. El punto culmine vino cuando  explotamos de la risa (no sacábamos nada con llorar) llegando al hotel* que se veía raaasca y eso que costaba nada menos que 100 euros la noche, sin desayuno. Sin duda el más caro y malo de toda la estadía junto a mi madre.


El barrio Saint Paul, uno de los más antiguos y lindos fue testigo de nuestra primera caminata parisina. Pese a todos los pronósticos una amable señora deseosa de practicar su español nos ofreció orientación, partir por el mentado barrio fue su sugerencia y no se equivocó. Claro que el espanto no tardó en llegar a nuestras caritas al ver lo caro de la comida y en general de todo, así deambulamos hasta que la hora de almuerzo reclamó su lugar.

Cerca de la lindísima plaza de Les bosgues flanqueda de unos clásicos edificios de departamentos encontramos un típico café, de esos con las mesitas afuera donde por fin comimos unas exorbitantemente caras ensaladas y mucho queso. - hasta aquí casi de cuento...lo que viene formó parte de una película de terror, la mía- Pero no acompañar aquello de una baguette es como no estar en Paris.

 Está bien, todos conocemos su sabor y aunque me atrevo a aseverar que las chilenas son más ricas,  era un ritual que en ese momento me hizo perder la memoria y tras sonreír como si fuese un hito de la humanidad, le pegué el mordisco, de frente y con ganas, sellando con ese gesto el que hoy es un lastre de un año. El "crack" que sonó no fue del famoso pan. Con horror comprobé que había sido una de mis paletas. Colgaba. Me angustié e hice todo esfuerzo por disimular. Con el incisivo superior frontal derecho pendiendo de un pellejito me propuse aguantar hasta España para llamar al seguro y así poder darme a entender en mi propia lengua, sin saber que ya desde ese momento estaba casi todo perdido.


Posterior al macabro episodio caminamos en dirección a Notre Dame, con la boca abierta (en mi caso es una expresión) de admiración ante la belleza y enormidad de esta ciudad que se extendía interminable ante nuestros cansados pies, que  encontraron el descanso perfecto en el clásico paseo en bote por el Sena. Precioso, yo no sabía la cantidad de puentes que lo cruzan.

Ahora me explico lo romántica que es esta ciudad, cuando veo a una anciana pareja sobre la pasarela de las artes o puente de los enamorados, donde los últimos ponen simbólicamente un candado para sellar su amor. Eran tantos que desde la barca se veían repletando las barandas, la idea contempla también tirar la llave al río y la variedad da para todo,comenzando por los comunes y corrientes hasta aquellos personalizados con nombres, corazones y fechas.

Sin ganas de ir a comer afuera, compramos algunas provisiones en el almacén contiguo al hotel, atendido por un marroquí. Ya en la súper suite echamos mano al resortito hervidor que por poco hace corto circuito pero que igual salvó (sospecho que por última vez) y comimos pan con queso crema.
Agotadas por tan acontecido día y con  mamá de pies extrañamente hinchados nos acostamos a dormir, habíamos reservado un city tur para las 11:30 del día siguiente.






Amaneció el día lindo  



Pero los pies de la mamá igual de hinchados, incluso un poco adoloridos, igual aperró con el tur después de nuestro casero petite dejauner. Pasamos por todos los edificios, calles y monumentos a los que "hay" que ir. Eso sí el sol estaba engañador, hacía bastante frío y al poco rato nuestras tenidas de parisina glamorosa se fueron a la cresta porque nos tapamos con las zafradas que tan patriotamente rescatamos del tren. No sea mal pensado,son de regalo.

Para no ser latera puedo resumir que nuestro itinerario partió en  taquilla Sant Michel, pasamos por la Madeleine, Notre Dame, Louvre, Champs Eliseos, Arco del Triunfo (Enooorme), el hospital de los inválidos, la Escuela Militar, la Ópera, Plaza Vendome, y como no la imponernte y archimanoseada Torre Eiffel. Como la idea era hacerlo cómodo y sin sufrimiento me conformé con fotografiarla sin subir: No estaba dispuesta a hacer una cola de diez cuadras.,

De vuelta nos bajamos en el Barrio Sant Germain - sector de intelectuales y jazzistas con su apogeo pos segunda guerra- y luego de recuperarnos del impacto ¡20 euros p/p un menú muy básico! el Tata Dios nos iluminó y encontramos una deliciosa creperia cuya oferta de crepe salado + bebestible + crepe dulce, apoteósico con mousse de chocolate y crema era más que decente. Con el ombligo eyectado recorrimos un poco más en las cercanías de la Universidad de La Sorborna.

Paseamos por Galerías La Fayette, donde pensé tirarme al sena con una piedra amarrada al cuello por tanto Dior y otras exclusividades a precios inalcanzables, ya en los zapatos casi me pongo a llorar, lo más penca era Pura López y un modesto calcetín se empinaba por los 100 euros.


Mala Pata


Llegó el momento en que las piernas de mi madre ya no dieron más. A las 5:30  estábamos de vuelta en el hotel para llamar al seguro,el estado era crítico y encontramos muchísima dificultad para comunicarnos. A la hora nos visitó una amable doctora que tras chequear la situación dejó gestionado el traslado a un hospital para que mi acongojada mamá fuera examinada por un especilista.

Mi odio por los franceses empezó a incubarse tres horas más tarde cuando todavía no llegaban a buscarnos. Cerca de las diez de la noche llegó una ambulancia -sí, además de camello también paseamos en ambulancia!- tripulada por un par de ineptos que fuera de depositarnos en un hospital público horrendo no hicieron nada más. Nadie nos entendía, ahí esperamos tres horas más rodeadas de gente bastante rara. La única diferencia con un hospital santiaguino es que aquí el baño no era sucio y se podía amenizar la espera con revistas. Por poco incedio el recinto de ira cuando sólo le dieron a mi paciente dos paracetamol y a las dos de la mañana el tal por cual del famoso seguro nos dijo que nos arreglaramos como pudiéramos porque él no podía hacer nada más.

Tiradas en esta mierda, sin solución apareció de la nada un grupo de españoles que amablemente nos ayudaron a conseguir un taxi donde por casi cuarenta euros nos subimos mi enferma madre, la impotencia y yo.

Franceses ignorantes!!! hijos de sus hermanas!!! (ni se imaginan la rosa espinosa que dejaría fluír) Se las dan de súper civilizados y en educación y atención al turista no les llegan ni a los talones a los marroquíes que siendo pobres y todo hablan tres idiomas!!!

Al desayuno decidí que los del #$"$&%king seguro recibirían el reclamo de sus vidas al descubrir que nos habían llevado al hospital equivocado. Moraleja: jamás compren los seguros de viaje que ofrecen en el Banco de Chile ni en su agencia de viajes Travel Club, son una estafa y además operados desde argentina. Valor! Grrrr y más grrr

No seguiré ahondando en las incomodidades y negligencias producto de la mala elección del famoso seguro. Sólo me remitiré a decir que la compañía se llama Universal Assistance y que el servicio es ofrecido por varias agencias de viajes bajo distintos nombres. El resultado fue dos días perdidos en Paris, y un sinfín de malos ratos.


Episodios como estos quizás influyan de manera negativa en cuanto a la impresión que uno se lleva de un lugar, sobre todo la primera vez que se lo visita. Pero si a esto le sumamos la tradicional "simpatía" del franchute y la escasa limpieza de los espacios públicos. La bella ciudad luz se va haciendo cada vez más parecida a un lugar hostil impulsando las  ganas de irme luego a Italia.


Pero como ya estábamos acá, no nos íbamos a quedar de brazos cruzados, el Louvre era el gran pendiente, ya lo habíamos divisado desde el bus del tur, pero estar ahí parada en medio de los patios de ese palacio con sus vanguardistas pirámides es otra cosa. Pasamos toda la tarde recorriendo uno de los o quizás el museo más famoso del mundo.

Fue imposible dejar de pensar en el Código Da Vinci y obviamente hicimos una memorable sesión de fotos, incluída aquella con la Mona Lisa que a sabiendas de lo majadero del comentario, es efectivamente tan chica y fea como dicen.

No lo recorrimos todo, por el bien de las patitas de mi mamá y porque tanta gente y cosa de verdad que marea, es too much! El que dice haberlo visto entero, o vive en Paris o miente, eso es seguro.

La recompensa del día vino a la salida cuando tras comprar algunas cosas ricas nos echamos en el pasto de los jardines del museo como unas parisinas más y  nuevamente aperadas de la farazadita del tren a disfrutar de la primavera con un improvisado picnic.


El ultimo día fue para visitar Montmatre y por qué no decirlo, también para reconciliarnos con este pedacito de Francia. Visitamos la Iglesia de Sacre Cor, en lo alto de una colina, de cientos de escalones pero muy linda. El dato freak fue un tipo con una malla colaless (si, tipo Borat, amarilla) sacándose fotos en la puerta del sagrado lugar para ganar un concurso en Facebook. Me moría de ganas de sacarme una foto con él, no lo hice porque me dio plancha, si seré pava no?

El barrio me encantó, con tienditas de diseñador y otras con los mismos suvenirs que hay en todos lados** Entremedio de todo aquello nos topamos una joyita para dejar babeando a cualquier mujer, una increíble tienda de cueros con precios razonables en pleno París "Le petite Marroquinerie" era el nombre del descubrimiento. Una cartera para ella y una chaqueta para mi fueron el merecido bálsamo para olvidar tanto mal rato.

Caminamos en dirección a Belleville, no llegamos pero nos adentramos en los barrios indios y árabes, un turcito curioso e impagable que sospecho  muy pocos turistas conocen y que fue el toque perfecto para depedirse del país galo.





*Hipotel Paris Nation, Metro Porte de Vincennes
** Eso me ha impresionado, en todos los países que hemo visitado, salvo Marruuecos, venden los mimos recuerditos, made in China sólo cambian los colores típicos.