Tuesday, February 22, 2011

Había una Vez

cuando lo cotidiano se hace delicioso y escapade la rutina, uno llega a pensar que hay momentos que por años han dormido y que uno no crece, no cambia y que es capaz de pelerse por los lápices de colores (en honor a ti Jorge) igual que si tuviera cinco años.

Dentro de lo genialmente inestable de mis últimos meses, había saboreado la insatisfacción más de lo que yo quisiera, y me di vueltas sobre las posibles soluciones hasta llegar a escenarios insólitos y salvadas de súperhéroes (muy poco posibles).

Pero el tema no radica en lo que puedas dar o recibir, sino más bien en aquellas cosas que pueden compartirse y son compartidas. Eso es lo que me ha hecho respirar un aire más oxigenado esta semana. Darme el tiempo.

Jugársela un poco y caminar sin mirar la hora,sin pensar en que haces lo que haces porque hace bien, por lo tóxico de subirse a una micro o por hacer hora. Hacerlo por las ganas de andar escuchando música sin apuro, sonriendo a cualquiera que mire porque si.

Hay veces en que lo planeado no resulta (la mayoría de la veces jajaja) y es ahí cuando se reactiva la naturaleza impredecible de la vida y aparece justo lo que necesitas, lo más simple, lo que a fin de cuentas te hace más feliz. Un abarzo apretado aún respirando, una palabra mágica. La guiñada de ojo de tu mejor amiga en el despelote de su casa, comiendo cosas ricas; como en los viejos tiempos, pero con más plata.

Por fin relajarse un momento sin un trago en la mano, hablando de todo y de nada, riendo echadas en el suelo. Mandar a la mierda la responsabilidad extrema y dibujar imperfectamente el futuro, como soñándolo,haciéndo planes de querer y no de deber. Cegar el pensamiento y quitarle culpas por un rato para dejarse llevar por un beso; por un rayo; por una mano que te tome fuerte y por una vez no dependa de ti que el mundo siga funcionando.

La Lluvia, la Lista y la Nada

Una noche hablaba con alguien sobre lo que son las expectativas, fue una conversación de bar de esas que comienzan algo pudorosas, a tal punto que los temas se tocan tangencialmente, como si se hablara de otros.

Antes de eso hubo lluvia, durante no lo sé y después claro que también la hubo...y lo agradezco.

Siempre odié la lluvia. Olvidé contar que hece un par de años eliminé el vocablo "expectativa" de mi diccionario y de ese cristal tan delgado que algunos llaman conciencia, quise no tener que esperar por una promesa que no se cumpliría, evitar soñar con la mirada fija; escapar de la inocencia de quien piensa que el querer es poder cuando buscamos lo que no tenemos en otro; una falacia,rogar por algo sin tener la humildad de pedirlo.

El diálogo seguía y se formó algo en torno a una lista, condiciones para disfrazar búsquedas y las famosas expectativas.

Mirando el vaso vi también lo que tenía en frente y recordé cómo se alinean los cuerpos naturalmente para demostrar sincronía. Quise lavarme y ser sincera, a pesar de nunca decir que la esperanza era algo que yo no tenía.

Saliendo se armó el puzzle: perfecto igual que un error (no hay nada más perfecto que un error) y con prestancia me contradije,cuando me di cuenta que esperaba entrar en esa lista, que el aguacero me estaba mojando y sin embargo yo había deseado algo. Ese algo se estaba cumpliendo, bajo la lluvia una ilusión de niña se reflejaba en cada gotita y yo no trataba de arrancarme.

¿Cuándo fue que declaré que no volvería a esperar jamás nada? Lo recuerdo perfectamente, decidí no aguardar respuestas mías ni de nadie, cansada de que la noche se cayera estrepitosa para no retirarse.Ansiosa de ser libre y que no me importara el mundo, no depender, no pedir; así, sin azúcar. Ser fuerte se convirtió en lo más importante.

Antes de eso hubo lluvia, durante no lo sé y después claro que la hubo...y la agradezco, porque el tiempo se detuvo por un instante y ahí supe que yo misma también podía ser una expectativa y que la lluvia, la lluvia era una de las cosas más lindas que me estaba pasando.

Uñas Rojas

No son recuerdos.
Son sentimientos.
Hoy me pinté las uñas rojas
- mientras pensaba en ti-
de rojo, para llamar tu atención.
Siempre quise hacerlo, pero tenía miedo
de que no me quisieras, no me miraras.

Que no te gustara.

Que fuese de segundos el cuento de hadas.
Arriesgué todo para ver qué pasa. Sólo Dios sabrá si pasa.
Se ven lindas mis uñas rojas, brillan.

Me miraste desde el primer momento ¿O fue idea mía?
Viste en mi pura fuerza, pura risa, pura energía.

Debo confesar que adoro ser mujer
pero sigo siendo niña.

Dulzura con manos de hombre y cara cristalina
si este juego no lo se jugar...
Si entre cien la posibilidad es una y nada más.
La angustia y la felicidad es una
hoy me siento más viva que nunca.
Muy sensible en una avalancha de emoción.

De romper y volar
de eriquecerme de tanto sentir
satisfecha de ver que he crecido, que he caído
y dispuesta a caer una vez más.
A creer que el mundo está en mis manos porque tengo las uñas rojas
y te voy a enamorar.

Arrevés

Parece que comencé a escribir de revés
que hubo algo que debió venir antes
pero así no más es.

De los arrepentidos es el reino de los cielos.
Yo no estoy arrepentida ¿De qué?
Uno se arrepiente de lo que hace,
más no de lo que no se ha hecho.

Tras la premura viene la desazón y no lo que tengo en el pecho.
Podría haberte dicho, podría aún ahora hacerlo.
Pude haberte quitado el aire con un beso.
No hubo aire, ni palabras, ni tampoco beso. No hubo tiempo.
Si las manos temblorosas, el peligro de ser descubierta y muchos nervios.

Por eso escribí de revés,
queriendo no arrepentirme por lo que no hice.
Sin pedir nada, acá en mi propio reino, lejos.
Fantaseando con que el cielo tenga el sabor de tus besos.
(Y darte miles de esos)

Nadar

Bajo el agua, hasta las dos, tres de la mañana. Entonces hay algo que no te deja mentalizarte; una ansiedad abismante que llena el cuerpo como un escalofrío, quiero otro y otro más, las quiero todas, vivir, conocer,hacer, por lo pronto otra cerveza más.

Hablar. A veces siento que tengo tanto que decir y otras hablo tanto que luego siento que habría sido más digno guardar silencio. Hablar abre puertas,  mundos, crea reinos y devasta corazones. En cambio escuchar es lo que nos hace falta a todos: un poco de paciencia y otro poco de mesura. Algo de cariño.

La euforia de encontrar una oreja es casi comparable hoy en día a encontrar una billetera botada, después de recogerla qué? ¿Devolverla? ¿Ver qué hay dentro? ¿Tentación? ¿Desconfiar o sentirse dueño de una suerte tremenda? El punto es que no le cambia la vida a nadie, escuchar a alguien tampoco cambia nada y hablar tampoco parece que cambia nada.

El mundo sigue, el viento corre, la gente sigue viviendo y muriendo por las mismas cosas, en tanto que yo sigo con la misma respuesta: ser una mujer orgullosa de lo que soy porque todo lo que he vivido - aunque sea poco- me hecho ser la persona que soy y ser así me gusta. Listo¡¡¡

Puede que me guste pero eso no significa que pueda contestar que si si alguien me pregunta si soy feliz.

Estar orgulloso de uno mismo es el sucedáneo para no decir que todavía no llego a ser esa que he soñado ser, para esos momentos que se nos oye sin escucharnos o que la respuesta de un extraño al que confiamos el impulso (o el clamor) de ser escuchadosnos entrega un reflectante, al mismo tiempo obvio que inesperado.

Lo que uno ya sabe y duele, o da lata escuchar.