Monday, June 04, 2012

Sin Pena ni Gloria



A punto de terminar el viaje para mi madre, había un lugar que ella soñaba con conocer y que por temas de ruta y logística habíamos dejado de lado. Pero no contaba con que su sorprendente hija a través de una jugada maestra había reservado pasajes a Sevilla dos día antes de la vuelta a Chile.















Cuando dejamos Venecia el tema de las maletas una vez más fue una preocupación, ya no había dónde meter tanta compra, así que nos pusimos casi toda la ropa - chaqueta sobre chaqueta y eso -  y finalmernte logramos salvar el peso.

Esas son las peripecias del viajero que queriendo aprovechar las aerolíneas low cost elige Ryanair, que es como andar en micro pero en el aire, la gente se para, pasea, conversa fuerte, mete bulla y el espacio es menos que mínimo. Con la capacidad a tope, aplauso y trompeta al momento del aterrizaje, no quedaba más que reírse. Risa que hubo que tragarse cuando tras bajar (por una escalera) tuvimos que caminar casi un km hacia el aeropuerto, "ejercicio" que con toda la ropa encima y los 40 grados sevillanos fue un infierno.

Ya dentro del taxi pudimos ir mirando y a simple vista no nos percatamos de nada especial y aunque el hotel era cuatro estrellas, la verdad es que no se le notaban mucho y la supuesta piscina inexistente de la que alardeaban en la web con el calor sofocante hizo mucha falta.


Wuácala!!

A poco de llegar tuvimos que ir a la estación de ferroviaria a reservar para mañana el tren rápido y como había hambre aprovechamos de almorzar en un monono restaurant donde pude probar el famoso bacalao, es malísimo, no lo prueben...wuácala!! El calor seguía en aumento, la sensación era de una ausencia absoluta de oxígeno. Imposible salir a pasear en esas condiciones, ante lo cual no queda más que tenderse bajo el aire acondicionado y echar mano a las heladas y siempre salvadoras San Miguel estratégicamente dispuestas en el frigobar, todo con el fin de capear el calor y hacer hora para por fin salir tipo siete en busca de las maravillas de las que tanto le habían hablado a mi madre.

El paseo tuvo su inicio en el casco histórico y sus muchas iglesias, un par de cuadras más tarde, aún aplastadas por el calor avistamos el Guadalquivir con sus parques y jóvenes compartiendo,niños bañándose, gente echada tomando sol y nos volvió el alma al cuerpo, había patitos y lindo puentes.

Cuando nos ubicamos en el mapa y encontramos la plaza de toros, se me iluminó la cara, lo malo fue que en ese momento estaba terminando la corrida, una de las instancias que más deseábamos presenciar. Por flojillas nos pasó.

Hasta ese momento la opinión era de mmm si, lindo.Al ver la Torre de Oro - llamada así porque según cuenta la leyenda en otros tiempos estuvo cubierta por el noble metal- nos fuimos reconciliando, a pocas cuadras la Catedral gótica, blanca y descomunal nos dejó locas. Afuera de ella habían una calesitas muy parecidas a las victorias, amarlas a primera vista y subirse tomó un segundo. La yegua se llamaba morita y nos llevó como dos princesas a recorrer todo lo que jamás habríamos hecho a pie: el Parque María Luisa, precioso con sus castillos y el arabesco recinto de la Expo Sevilla de 1929. Terminamos conociendo todo, salvo los alcázares y la Virgen de la Macarena. No obstante para ser visita flash no estuvo mal.

A la vuelta ya sin sol  por la orilla del río, fuimos pasando revista a todos los barecitos que allí se apuestan.Con el reflejo de las luces y puentes la escena se vuelve más bonita y aparece otra arista encantadora de esta ciudad andaluza así como también las conversaciones profundas con olor a despedida, poniendo un punto aparte a esta primera parte, junto a mamá de este "Viaje de la Vida".